La culpa materna

La culpa materna

 

Ayer me desahogaba en Facebook sobre la culpa que vivimos las mamás y Vania Hernández, respondió a mi post, quitándome de la punta de la lengua lo que no pude expresar. Entrelacé nuestros textos y así quedó:

He llegado a la conclusión de que durante el embarazo, se forma un nuevo órgano, justo a un lado de la placenta, cuya única función es secretar culpa. No se alumbra en el nacimiento, se queda ahí para hacernos sentir un cúmulo de culpa que jamás habríamos imaginado existir.

Se siente culpa por no haber sabido que estabas embarazada y haberte tomado unos vinos, culpa por haber olvidado el día anterior tomarte las vitaminas prenatales, culpa por no tener el parto que soñaste, culpa por no disfrutar el postparto, culpa por regresar a trabajar, culpa porque se te cayó el bebé de la cama, culpa, culpa culpa.

Y así es como muchas mujeres viven el post parto: llenas de culpas. Por diversas razones o motivos, pero ahí está. Por lo hecho o lo no hecho, lo sentido o no sentido, pensado o no pensado… por no ser como nuestras madres o ser como ellas. Por poder darle o no darle algo a nuestros hijos. Por estar presentes demasiado o estar muy poco.

La culpa es algo común en la maternidad pero no por eso es lo adecuado.Todas lo vivimos, incluso las que trabajamos apoyando a otras mujeres.

Pero nos toca cerrar los ojos y desvanecer ese órgano que secreta culpa a diestra y siniestra, porque nos resta calidad de vida, porque nos impide enfocarnos en lo verdaderamente importante.

Por ejemplo yo estoy experimentando culpa en este momento, porque estoy con mi hijo al pecho mientras intenta volver a dormir, y yo estoy escribiendo esto. Porque la culpa me dice que esté más presente aunque él esté dormido, que podría dar más, que podría ser mejor.

Y claro que lo puedo ser, pero no a partir de la culpa, no por esa maldita culpa.

Casi tres años me ha llevado detener la influencia de la glándula de la culpa, aprendiendo, para iniciar, a aceptar la distancia que hay entre la madre que me gustaría ser y la madre que soy, comprendiendo que me falta tribu presencial para repartir el desgaste físico, porque acepto que la deprivación de sueño prolongada afectó un poquito mi memoria y atención y porque reconozco el momento de mi vida en el que estoy criando y se que aún tengo mucho que trabajar en mi misma por vencer mis malos hábitos, por ejemplo.

Y he aprendido a no casarme con ninguna teoría, con ningún autor y mejor hacer una maestría a la medida de mi hija, de sus necesidades y mis alcances. A flexibilizar mis principios cuando la salud mental o física está de por medio.

Ánimo a todas.

Mientras hablemos más de los sentimientos negativos que se viven en el post parto, más mujeres podrán espejearse en nosotras mismas y poder comenzar a vivir una maternidad menos estresante y más disfrutable.

No somos perfectas, ni necesitamos serlo. Felices sí podemos serlo. Felices, acompañadas y contenidas.

Si también eres una madre con grandes expectativas y exigencias quiero decirte para decirme: Sé amable contigo, ve un día a la vez, inténtalo las veces que sean necesarias y cuando la cagues en grande aprende a reconocer ante tu hijo que te has equivocado, perdónate y vuelve a empezar… para tu hijo ya eres la mejor.

 

En rosa: Vania Hernández  doula post parto y educadora perinatal en formación

En gris: Karla Zárate, psicóloga y asesora de lactancia.

 

One Comments

  1. Totalmente cierto. LO VIVÍ CON MI PRIMER HIJA, Y NO SE APRENDE! PORQUE CON EL SEGUNDO SIGO IGUAL. =)
    NOS QUEDA PENSAR QUE SOMOS LO MEJOR QUE PODEMOS, PARA VIVIR FELICES Y SIN TANTA CARGA.
    GRACIAS POR COMPARTIR!

    Responder
    LILIÁN TINOCO - 8 febrero, 2018

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