Esta es la segunda entrega de la serie de posts “Reflexiones para sacar del hoyo a la sociedad”
No hay política pública que mejore las condiciones de un país si no va acompañada de la transformación de la crianza y educación de los futuros ciudadanos. Gran parte de las problemáticas sociales tienen su origen en modelos de crianza autoritarios, permisivos o sobreprotectores.
Por ejemplo, el amor al poder va naciendo en la infancia, cuando el sistema escolar busca preparar para la competencia y no para la cooperación. Cuando se pretende regular el comportamiento de un niño a través de premios y castigos. Cuando se trata al niño con autoritarismo y anulamos su voz y sus derechos. Ese niño crecerá y le resultará delicioso y tentador sentir que tiene poder cuando antes fue sometido o ignorado, la fórmula perfecta para criar un ciudadano corruptible.
¿Y entonces cuál es la mejor forma de criar y educar a los niños? No hay una sola forma de criar válida, pero entre todos los matices y particularidades de cada familia hay una sola premisa que debe cumplirse: respetar la declaración universal de los derechos humanos. Los niños también son humanos y tienen derecho a vivir una vida sin violencia.
Según el violentómetro de la Unidad de Género del Instituto Politécnico Nacional se considera como violencia hacer bromas hirientes, ignorar, humillar en público, aislar, pellizcar, golpear, dar nalgadas, etc.
Teniendo como fundamento que la crianza de los niños debe ser libre de violencia, lo siguiente será hablar de las condiciones en las que nos tocó llegar a la maternidad/paternidad y analizar valientemente y a consciencia plena nuestro rol. Hablemos de la condición más común: haber crecido sin la referencia de una crianza basada puramente en el amor, el respeto y la empatía, si así fue es probable que vivamos ciertas consecuencias:
-Nos hemos enfrascado en relaciones amorosas dolorosas y tóxicas. Les doy un ejemplo para explicarme mejor: Si se te pierde un objeto y quieres que alguien más te ayude a buscarlo lo primero que tienes que hacer es describir el objeto. Pues en la búsqueda del amor a algunos adultos les pasa algo parecido; si en la infancia no se tuvo una experiencia y referencia positiva del amor será complicado encontrarlo después en la vida adulta. Se corre el riesgo de no reconocer al amor y confundirlo constantemente.
-Estamos tardando más de lo que quisiéramos en alcanzar nuestras metas, nos cuesta mantenernos motivados y no logramos ser disciplinados. Tenemos una clara tendencia a depender de ciertos productos, hábitos (como comer compulsivamente) o sustancias.
-Otra consecuencia es ver como normal y necesario usar métodos de disciplina como nalgadas para corregir el comportamiento de un “niño problema”.
Es injusto castigar a un niño cuya conducta es originada por la falta de comunicación, límites y disciplina positiva de parte de sus padres. Los berrinches y desbordes emocionales son propios y normales de los primeros años de los niños, pero si desde un principio no acompañamos respetuosamente este comportamiento, no nos extrañemos que después el niño se convierta en la injusta etiqueta de “niño malcriado”, ese que no respeta a sus padres y tiene graves problemas de conducta, o que por el contrario, se vuelva un niño que obedece por temor y no por haber interiorizado el respeto a las normas y reglas en la infancia; una enseñanza clave para respetar las leyes constitucionales en la vida adulta.
A pesar de este panorama muchos agradecen los tratos recibidos en la infancia y se conforman con no estar traumados y ser gente de bien. Incluso puede que tengan razón en que nada les pasó, pero, ¿en verdad queremos esto para nuestros hijos? Necesitamos que a los niños sí les pasen cosas, cosas maravillosas, que crezcan con más herramientas para la vida, con autodisciplina, autoregulación, con mejor inteligencia emocional que la de sus padres, que aprovechen al máximo sus primeros años que son la base de su personalidad y de su potencial.
Es difícil aceptar que aún con todo el amor y buenas intenciones, nuestros padres cometieron algunos errores, les tocó criarnos en una época influenciada por líderes de opinión, médicos y pseudo especialistas infantiles que los llenaron de miedo a darnos todo su amor, les hicieron creer que los niños son seres manipuladores que merecen ser adiestrados por la senda del bien a un precio muy caro.
Cambiemos de hoja, es nuestro turno de ser padres informados. Tomemos ventaja de las últimas investigaciones y avances en psicología, pedagogía, neurología, etc, que son el fundamento de la crianza respetuosa, la teoría del apego seguro y la disciplina positiva. Este conjunto de prácticas NO significa que dejemos a los niños hacer lo que quieran, ni es la ausencia de reglas, tampoco es infundir miedo a cambio de respeto, mucho menos es invalidar al niño y resolver su vida entera.
Esto va más allá de la crianza tradicional, busca que seamos padres y madres en consciencia plena, busca seguir el ritmo del niño, educar sin premios ni castigos, tener una profunda comprensión del comportamiento y del cerebro del niño para poder actuar acorde a su desarrollo.
Para llevarla a cabo necesitamos basar nuestras estrategias de crianza en estos tres pasos:
1.- Querer ser la mejor versión de nosotros mismos para nuestros hijos.
2.- Estar dispuestos a cambiar nuestros hábitos y costumbres, reprogramar nuestros pensamientos y atender nuestros problemas internos (no tenemos la culpa de lo que nos pasó en la infancia pero somos responsables de lo que hacemos con ello). La neurociencia ha comprobado que nuestras palabras moldean el cerebro del niño y son capaces de reparar experiencias negativas que ha vivido el niño en el pasado. ¡Nuestro discurso diario tiene un gran impacto!
3.- Leer, tomar cursos y formarnos. Les diría que el tercer punto es seguir nuestra intuición, pero cuando no tenemos referencias en nuestra vida de este tipo de relaciones no hay de otra más que estudiarle para aprender este nuevo lenguaje del amor. (click para ir a la lista de libros recomendados)
En lo personal, desde el embarazo estaba convencida de que quería criar a mi hija de otra forma aunque no tenía idea de cómo lo iba a hacer, solo estaba segura que otras formas más respetuosas y con mejores resultados a largo plazo eran posibles. Así que me he documentado mucho en estos temas y aunque a veces el agotamiento me embarga y muy seguido me sorprendo siendo incongruente o actuando como no quisiera, lo vuelvo a intentar una y otra vez: por mi hija. Es todo un reto personal y de transformación, pero es la única vía para que mejoremos nuestra sociedad y alcancemos de una vez la paz que tanto anhelamos. Si damos amor, respeto y tratos no violentos a los niños ellos lo multiplicarán en el futuro.
Ya conocemos los resultados de la crianza tradicional, démosle una oportunidad a la crianza respetuosa.
Por Karla Zárate · Asesora de lactancia en formación
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Gracias por tu sabiduría y tus palabras nos ayudas mucho y nos motivar para ser mamás conscientes
Gracias a ti Mariel! Me dan mucho gusto tus palabras =)