Muchos creen que un castigo o unas nalgadas a tiempo harán que sus hijos no se conviertan en delincuentes o fracasados. Incluso muchos padres afirman haberlo logrado, que gracias a su mano dura sus hijos son gente de bien. ¿Pero a qué precio?
No confundamos, no es lo mismo un niño que obedece por miedo, que otro que se comporta bien porque las normas y límites los ha interiorizado y respetado.
No es lo mismo un niño disciplinado con violencia, que un niño educado con amor, el primero al llegar a la adolescencia corre el riesgo de desbordarse por tanta
represión, el segundo también corre riesgos pero ha adquirido habilidades para enfrentarlos y sabe que puede contar con sus padres incondicionalmente.
No es lo mismo un niño que ha escuchado gritos como forma de comunicación, al que le han hablado con respeto. La voz interior de cada uno tendrá un abismo de diferencia. El niño que ha sido criado con autoritarismo seguramente continuará la cadena de corrupción, guerras y violencia. El niño que ha sido educado con amor y respeto nos acerca a la paz y al equilibrio de la sociedad.
Qué maravilla de articulo!